jueves, 29 de marzo de 2018
La organización de un Mundial de Fútbol, el acontecimiento deportivo más importante del planeta, suele ser la ocasión para que el país anfitrión muestre al extranjero su mejor imagen. Sobre todo cuando su combinado nacional no tiene prácticamente ninguna posibilidad de hacer un buen papel sobre el terreno de fútbol, como es el caso de Rusia.
Moscú ha hecho inversiones gigantescas en estadios de fútbol e infraestructuras como aeropuertos, estaciones de transporte y carreteras, para que el mundo vea una nueva Rusia, orgullosa de su capacidad como una de las grandes potencias del mundo. Pero los conflictos diplomáticos pueden arruinar esos esfuerzos.
Además de los escándalos de dopaje de los últimos años que llevaron incluso a la expulsión de centenares de deportistas rusos de los Juegos Olímpicos y a que se quitaran decenas de medallas a deportistas rusos participantes en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, Rusia se enfrenta a conflictos diplomáticos que envenenan las relaciones con otras grandes potencias.
El último episodio es el envenenamiento en territorio británico del ex espía ruso Serguei Skripal, del que Londres acusa directamente al Kremlin. El gobierno británico, aunque por ahora mantiene la participación de su selección de fútbol en el Mundial de Rusia, ya anunció que no habrá representación política ni de la Familia Real británica en los partidos de su selección. Las grandes potencias occidentales se pusieron del lado del Reino Unido y apuntaron a Moscú.
Aunque al principio no hubo pedidos de boicotear el Mundial, la prensa sensacionalista inglesa ya apunta a esa posibilidad y vería con buenos ojos que su equipo se quedara en casa. El ‘Daily Mail’ se preguntaba este miércoles: “¿cómo podemos ir ahora a la Copa del Mundo de Putin?”.
Los conflictos van más allá. La intervención militar rusa en Siria en apoyo al régimen de Bashar Al-Assad provocó que chocara con la oposición apoyada por las potencias occidentales. Moscú bloquea en Naciones Unidas cualquier intento de imponer un alto el fuego o de investigar los ataques con armas químicas perpetrados por las tropas de Al-Assad.
La guerra en el sureste ucraniano y la ocupación militar de la provincia ucraniana de Crimea por parte de tropas rusas –y su posterior anexión violando el derecho internacional y los acuerdos ruso-ucranianos posteriores al desmembramiento de la Unión Soviética- provocaron otro choque con Europa y Estados Unidos.
Más de 10.000 personas han muerto desde 2014 en el sureste ucraniano en los choques entre el Ejército de Ucrania y los rebeldes armados separatistas apoyados por Moscú. Desde entonces Estados Unidos y la Unión Europea mantienen sanciones contra Rusia.
La cadena de ciberataques supuestamente con origen ruso de los últimos años y las acusaciones de que Moscú intenta a través de campañas de desinformación interferir en los procesos democráticos de otros países son otra fuente de conflicto. Se acusa a medios de comunicación directamente controlados por el Kremlin de intentar embarrar las campañas electorales en Estados Unidos, Francia, el referéndum por el Brexit británico, Alemania o la crisis secesionista en Cataluña.
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